La Nueva España – Elena Fernández-Pello
La cuarta parte de la población asturiana tiene más de 65 años. Abundan las zonas despobladas y algunos pueblos, habitados
ya solo por octogenarios, se han adelantado a las previsiones demográficas que Europa maneja para el año 2050. A estas alturas, y en vista de las perspectivas económicas a corto y medio plazo, la situación es difícilmente reversible –no parece que los inmigrantes ni los bebés vayan a rejuvenecer la población–, así que más vale en ir pensando en hacer de la necesidad virtud. En ello están los emprendedores asturianos, que muy a menudo desde la Universidad de Oviedo y con el apoyo de las administraciones públicas han empezado a hacer incursiones en la denominada “silver economy” –la economía plateada, por aquello de las canas–. Cada vez son más los que ponen en el foco de su actividad productiva a las personas mayores, para mejorar su calidad de vida, mermar el impacto social del envejecimiento y para explotar todo su potencial como agentes de consumo.
La prosperidad económica de una sociedad envejecida, como la asturiana, depende de su capacidad para alargar la vida de sus
miembros como consumidores. Tan importante es cuidar su salud como procurar que se mantengan activos e interesados por las tendencias del mercado. En el Principado hay proyectos como el Programa Paciente Activo Asturias (PACAS), integrado en la Escuela de Pacientes y desarrollado en colaboración con las escuelas municipales de salud para mantener a los mayores activos y saludables. Desde el año 2014, 1.500 enfermos crónicos han participado en el programa, ligado al proyecto de investigación europeo “Effichronic”, del que también forman parte Holanda, Inglaterra, Francia e Italia. PACAS se basa en la teoría del aprendizaje social desarrollada por el psicólogo canadiense Albert Bandura y, sin entrar en honduras, busca desarrollar al máximo las capacidades de cada individuo y aprovechar su experiencia para ayudar a otros, “empoderándole”. Primero asiste a los talleres y luego él mismo se convierte en monitor, y los imparte.
En la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón nació hace un año i4life, una spinoff en la que se ha desarrollado un bastón inteligente, dotado de un sistema de monitorización y con sensores que sirven de estímulo a los enfermos de párkinson. El bastón registra los datos objetivos de movimiento y actividad de la persona que lo utiliza y el médico puede acceder directamente a ellos, a través de un software informático. La Fundación Michael J. Fox contra el párkinson, en Estados Unidos, testará 200 de esos bastones ideados en Asturias, una buena noticia que acaba de llegar a la sede de la spinoff, en el Parque Científico y Tecnológico de Gijón. A día de hoy, i4life moviliza a siete personas. Nació en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón y ha incorporado a profesionales de ese ámbito, pero también otros perfiles: diseñadores, programadores y expertos
en marketing. Hace una semana i4life obtuvo la licencia de fabricante y en septiembre comenzará a comercializar su producto, y habrá que plantearse nuevas incorporaciones a la plantilla. Marián García Prieto, doctora en Ingeniería Industrial y responsable de I+D+i en i4life, es una de sus impulsoras. Ella opina que Asturias es un buen lugar para el emprendimiento. “Es el sitio más rápido: una llamada de teléfono y puedes consultar directamente una duda, o reunirte en media hora con la persona que puede resolvértela”, cuenta. “Es cierto que en Madrid o Barcelona hay más cultura emprendedora, pero aquí no tenemos nada de lo que acomplejarnos, nuestro problema es que no nos lo creemos”, afirma. El Principado ha conseguido crear “un ecosistema propicio” para el emprendimiento en torno al envejecimiento, pero aún quedan trabajo por hacer, para empezar dinero para la investigación y becas. En previsión de una potencial expansión de i4life, Marián García Prieto lamenta que “los alumnos de la Escuela de Ingeniería tengan que irse a Alemania y no puedan quedarse en Asturias a trabajar y a disfrutar de sus familias”.
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